Hackear al periodista

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Hackear al periodismo es una nueva visión,

un rompimiento del paradigma clásico de cómo

se hace información en el mundo actual.

Concebido como un parte aguas, el crecimiento 

de las nuevas generaciones en internet,

son precisamente estos quienes le han dado 

un giro de tuerca al a manera de entender

el quehacer periodístico.

 

Los grandes medios informativos sufren de una crisis

de mucho tiempo atrás, en donde el papel parecía ser

la salvación a todos los momentos difíciles,

sin embargo, con la creación y desarrollo de las nuevas 

tecnologías, parece que ya no se deben de fiar en él.

Hackear al periodista es eso, un ataque al punto de vista cómodo

en donde solamente el reportero es pasivo y todo cae en sus manos,

por el contrario, el autor insta a dejar estos valores que si bien

sirvieron en su momento, ahora son propicios para anécdota solamente.

Determinismo e impulso tecnológico

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«Determinismo e impulso tecnológico».

¿Somos porque hemos hecho? ¿Hacemos porque somos?
Parece que regresamos a la metáfora definitoria más conocida (quizá): ¿qué fue primero: el huevo o la gallina?

Permítame utilizar un cuento del maestro Enrique Serna para expresar mi opinión: El  orgasmógrafo.

En esta historia, Serna narra la historia de un mundo alternativo donde el sexo es por más obligatorio para los seres humanos, quienes desde pequeños tienen una instrucción completa en este ámbito, siendo desarrollado desde los niveles más básicos de la educación.

Se enseña la masturbación, la violación, la orgía. Es un mundo permisivo en ese sentido y todos quienes viven en esa sociedad tienen que entregar un número de orgasmos al día registrados en un pequeño aparato que mide el placer, el orgasmógrafo.

El eje de la historia la llevará una muchacha que (irónicamente) cuida su virginidad como el más grande de los tesoros, tanto que se echa encima un movimiento en pro de la «libertad sexual» y el derecho a (no) ejercer actos corpóreos sólo por cubrir una cuota implantada.

En su final, el cuento se vuelve un verdadero drama con la muerte de la protagonista después de entregar su cuerpo a un joven al que ella amó. Este traiciona el movimiento después de la presión social y la delata. Ella es perseguida por la policía hasta que encuentra su ocaso en un camión de reces.

Pese al estrepitoso desenlace, aún hay un hecho más, el que laza todo esto a la idea del determinismo o el impulso tecnológico.

Cuando ella fallece, se vislumbra una escena donde los gobernantes satisfechos regresan a sus labores diarias, pero antes tienen que abrirse. Son robots que en principio ayudaron a la raza humana y que funcionaban con base en los orgasmos de la humanidad, sin embargo su evolución los volvió líderes androides cuya figura se perdió de la vista social.

¿En qué momento la población de ese lugar perdió la noción de su creación y se volvió su esclavo?

¿Será que estamos destinados a terminar viviendo como esclavo de todo lo que hemos hecho?

Véanos, somos adictos a internet, a los celulares, al tabaco, al alcohol, a la tecnología, a los deportes, al automovilismo, a la ropa, a la diversión. Todos inventos humanos que ahora parecen dominarnos con la falsa idea de la «creación de necesidades» (que en realidad es implantación de deseos».

¿Será que un día de estos sí aprendemos a que nuestros frankensteins no se nos vayan de las manos?

Toma mi boca- Rob Cruzzó

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Toma mi boca,

explórala y explótala

hazle zanjas, surcos;

nacionalízala a tu patria,

ubica sus yacimientos.

Bebe y come de ella,

siémbrala, riégala con tus aguas,

vela florecer,

vuelve a comer de ella,

refréscate en su frescura,

úntatela en los labios,

rebánala, divídela,

imántate a ella,

fúndete con ella,

sóldate con sus comisuras,

vuélvete engrane de su mecanismo,

quédate a vivir en ella,

a morir por ella.

Toma mi boca. Es tuya.

Cosmopolita nacional- Rob Cruzzó

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Nota: Este escrito es una opinión personal de su autor y en nada busca describir una o muchas realidades.

Yo quise imaginarme como tú en tu canción, un mundo sin fronteras, sin patrias ni banderas, un pueblo sin nación.

Luis Eduardo Aute

 

Hay quienes dicen que las diferencias nos unen, otros que nos separan y dañan,  y unos más piensan que deberíamos ser todos iguales y entendernos para poder amarnos. 

El mundo perfecto (para muchos) es ese, en donde se pueda andar sin una nacionalidad, sin un estigma cultural fundador de la construcción simbólica del sujeto para poder aprender de todo y de todos y entonces, por consecuencia, ser un sabio de la vida. 

Exactamente no sé en qué momento surgió esta idea (quizá de tiempos inmensurables), que en estricto sentido suena atractiva como fin último, sin embargo creo que hay una malversación perversa de la misma.

Con ese pretexto (volverse andador de todos los caminos) se han validado las conquistas, las guerras, las armas y las muertes. La libertad es un imperante que atenta contra lo diferente, contra lo particular. 

¿Hay que defender esas particularidades? Algunos dirán que no, que lo obsoleto está condenado a desaparecer en favor de un desarrollo beneficiador.

¿Beneficio para quién? ¿Será cierto que la solución para la armonía y el crecimiento económico, cultural e incluso espiritual de los hombres es que todos sigan los mismos dogmas?

Creo que no.  En la literatura se habla de una idea no tan descabellada, es la siguiente: lo más particular, es lo más universal, y coincido con la postura en cuanto a la referencia de la pluralidad dentro de quienes son los menos, mismos capaces de producir un cambio. 

Sin embargo, algo de cierto ha de tener que todo radicalismo limita y entorpece. Habríamos de entender que en muchos aspectos la vida es un fenómeno espirálico y el detenimiento total de su paso nos puede enfrascar en paradigmas que pueden volverse cegadores de miradas absortas. 

 

Tal vez y sólo tal vez el punto sea ese, ser un cosmopolita nacional ¿contradictorio? Así es la vida misma.

¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?- Rob Cruzzó

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¿Qué está haciendo el internet con nuestras mentes?

Este es el título del libro de Nicholas Carr, que, en mi percepción, tiene como eje principal el observar  los cambios generacionales que ha sufrido el conocimiento según la forma de percibir al mundo. 

Las nuevas tecnologías juegan sin duda un papel importante. La manera vertiginosa en como éstas han visto su crecimiento permean todos los ámbitos humanos.

¿Aprender? ¿Aprehender? 

Es para mi sentir, crítica fundamental. Una letra de distancia. Dos mundos significantes radicalmente separados. 

Este avance casi futurista en nuestra concepción cultural nos ha traído grandes retribuciones y grandes rezagos. sabemos más, pero conocemos menos.

En cierta ocasión leí en un artículo (cuyo nombre no puedo recordar) que Google se ha vuelto una gran memoria externa del pensamiento humano. Hemos perdido la capacidad de memorizar y sin embargo podemos recordarlo todo gracias al cliqueo de la definición en cuestión.

«El olvido está lleno de memoria».

Hemos comenzado a aprender por partes, a microfragmentar las realidades en pro de entender un poquito de todo. No somos de aquí, ni de allá, no tenemos hogar ni porvenir, nos hemos vuelto cosmopolitas de la información.

No sé si esto sea, bueno, malo, regular. Es diferente. Lo que sí creo es que habrá consecuencias para vivir. Nos volveremos más fugaces, más líquidos. 

Lo demás son puras conjeturas.

Filosofía de la complementariedad- Rob Cruzzó

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El pensamiento denominado «clásico» es el que nos ha dado la ciencia que conocemos y usamos hoy (puede ser desde la tradición cartesiana para adelante). Ciencia que nos ha dado tecnología, un modo de vida menos complicado, y dirían algunos, más desarrollado. 

Sin embargo toda acción conlleva a una reacción en sentido contrario (postulado clásico también). A mayor avance tecnológico, parece haber un decrecimiento en el bienestar social.

Siglos utilizando este pensamiento ha generado un rompimiento de la realidad. La cuantificación parece ser la única manera de entender el aquí y el ahora. El universo es uno y sólo eso. Tiene que ser explicado así.

(Des)afortunadamente para muchos la física cuántica parece ser el principio de la realidad de las realidades.

Una ventana, un escaparate, una nueva manera de entender no sólo la ciencia, sino lo que en sus haberes se lleva entre los pies.

 

 

 

¿Es o no mapa el territorio?- Rob Cruzzó

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Hay lugares que existen. Eso nos han dicho. Existe México, por ejemplo; existe Tultepec con sus fiestas patronales y su «quema de toros». Existe el D.F y existe Gambia (aunque no sepa<mos> dónde está). 

Existe, por ende, lo trazado. Tradiciones que acompañan al hombre de siglos atrás, nos «han hecho saber» que está «lo establecido» y «eso» debe seguirse cabalmente para que el engranaje siga proporcionándonos la hora exacta. 

Existen, pues, los relojes, las agendas, los calendarios, las calles empedradas, las brújulas, los instructivos y los mapas. 

-Siga usted estos sencillos pasos y sus sueños (llegar de un paso A a un destino B) se harán realidad- exclama una o muchas voces en los infomerciales de la vida. 

Existen las leyes, y el ejército que las hace cumplir, la primavera, los días de paga, la estrategia nacional de desarrollo, la píramide tarifaria del transporte público, las faldas, las corbatas, las iglesias para viejos y para los solitarios, la navidad, el mes patrio; la muerte. 

Existimos todos; parados sobre un tablero, sobre las tablas escenificando un personaje dado, una personalidad <adquirida>, un destino otorgado por un oráculo que no tuvo la decencia de consultar nuestra voluntad (¿nuestra voluntad?). 

Sí, parece que vivimos bajo un mapa y sólo es misión nuestra el andar aferrados a la línea que alguien más dibujó «amablemente» para nosotros. 

¿Estamos confinados a nacer, crecer, reproducirnos y perecer? ¿Existe la opción de tirar las fronteras, las capitales, las bodas, la escala social, el «chayotismo editorial», los intereses bancarios (todos ellos partes del mapa)? ¿Se podrá reinventar el mapa, o borrarlo, o des-definirlo (o o quizá re-definirlo)?

En estas épocas de crisis, de prisas, de días rotos y sueños difusos (y casi extintos) nos hemos visto confinados, casi oblgados a no recordar, a marchitar de la memoria histórica el término utopía (lugar que no existe) y sus «conjugaciones».

¿Qué sería de la vida sin Julio Verne y Nemo, el capitán? Sin Da Vinci, Einstein; sin aquel que acuñó el término «robótica», sin otros tantos que abandonaron el molde y se atrevieron a lanzarse en sus barcas a lugares imaginados, nada más.

¿No será que Shakespeare tenía razón al decir que los hombres y los sueños están hechos de lo mismo?

¿No será que hemos dejado de imaginar para concentrarnos en ver quién sigue mejor la ruta? ¿No es posible que la curiosidad haya sido sustituida por la superfluidad? 

Quizá no sea tan tarde para andar al pie de la letra por el mapa, tal vez no todo esté perdido (y encontrado en dicho instructivo simbólico) y podamos ir haciendo camino al andar, con su respectiva incertidumbre, porque (y sin afán de ponerme existencialista) ¿qué sería de la vida (¿Qué es la vida?) sin algo que creemos imposible («Porque de lo posible se sabe demasiado»1)?

Busquemos ser utópicos y despegarnos un poco de ese instrumento que nos hace ir sólo de un punto al otro, porque, ya lo parafraseó bien Eduardo Galeano: La utopía sirve para eso, para caminar.

Notas:

1. «Resumen de noticias». Silvio Rodríguez Domínguez. 

La utopía-Rob Cruzzó

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(Recuperado de 2011) Canción: La utopía.

Cuentan dos cantantes que cantaron a la luna

que no existieron cárceles,

que no existió la hambruna,

y no hubo dictadores,

ni batallas, ni serpientes, 

que no existieron dioses, 

ni peleas, ni aves de muerte.

Que todo fue una distracción para evitar al amor;

y todo fue un equívoco, en realidad no ocurrió.

Y a pesar del miedo que hoy nos da

yo creo que la utopía puede más,

el respeto y la amistad,

el esfuerzo y la hermandad.

Cuentan dos cantantes que cantaron a la luna

que no existieron armas,

que no existió la angustia.

Ahí no había pobreza,

ni maldad, ni gente muerta

por manos despiadadas 

que dibujaban violencia.

Y todo fue un equívoco para evitar al amor

que todo fue una distracción, en realidad no ocurrió. 

Y a pesar que las guerras vendan paz

yo creo que la utopía puede más,

el derecho a respirar

y a vivir con dignidad.

Y a pesar del miedo que hoy nos da

yo creo que la utopía puede más,

el respeto y la amistad,

y el vivir con dignidad…

y el vivir con dignidad.